Debería figurar en las entradas de los conciertos, en tablaos y tugurios.
El flamenco mata. El flamenco crea adicción. No sea inconsciente ¡No empiece a
escuchar flamenco!. No le conviene. ¡Engancha!
Por eso aquí nos estamos quitando (solo ponemos flamenco de vez en cuando)
y nos hemos ido a Nueva York al Flamenco Festival a comprobar cómo diez mil
neoyorquinos desafían el frío y la nieve para ver a Olga Pericet en “Pisadas”,
a Rocío Márquez en la “Gala Flamenca” o a nuestro jazz flamenco con Josemi
Carmona, Javier Colina y Bandolero, o a los grupos UHF y Alfonso Aroca.
En Nueva York al soniquete lo llaman swing.
Hemos descubierto por qué los neoyorquinos andan tan rápido, no es por que
lleven el swing de Count Basie, es que caminan al paso de los semáforos. Duke
Ellington y Machito forman parte del sonido más característico de Nueva York.
Celia Cruz es universal y fue neoyorquina y se metió en la Fania con el coro de
la hija de Juan Simón y la escuchamos cantando copla en su disco madrileño.
Llega Abelardo Barroso y hace su inmortal interpretación de la hija del
enterrador y comparamos con Rosalía, la cantante que ha hecho un disco muy
indie y muy moderno de la mano de Refree.
Me despisté en Central Park porque llevaba a Tomasito en los cascos, ni
siquiera hay gente paseando en el parque ahí van todos corriendo, menos en el
rinconcito que da al Dakota donde se reúnen los adictos a John Lennon. Perdonen
el chiste de poner “Camino del Hoyo” en medio de historias tan trascendentes.
Tomasito está de gira presentando su recopilatorio “Ciudadano Gitano”. A
Tomasito debería recetarlo la seguridad social.
Gracias por el Me Gusta. Este es el comienzo de una bonita amistad.
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